Hermano,
cuanto te hecho de menos.
No
me acostumbro a vivir con tu ausencia. Todavía cuando cruzo la calle presiento
que te veo entre la multitud. Los días pasan como el AVE, a una velocidad
vertiginosa y en cada momento, cada instante, cada segundo, todo me recuerda a
ti.
Bien
sabe Dios el trabajo que me cuesta escribirte estas líneas cuando sé que tú
nunca llegarás ya a leerlas, pero necesito hacerlo para que todos sepan quien
fuiste, ahora que todo ya ha pasado.
Hermano,
cuantas cosas bellas ya no podremos compartir, cuantas tertulias se han
quedado en el tintero. Cuantas y cuantas cosas...
Pero
me quedo con algo de ti, algo con lo que me agarro todos los días cuando
comienza el día, algo que para mi y sé que para ti es la tabla de salvación
de todos los que navegamos en este
mundo hasta que lleguemos a puerto.
Hermano,
me quedo con el amanecer de esos días primaverales –que tanto te gustaban a
ti- previos a la celebración que tan ansiosamente esperamos como la ilusión de
un niño cuando
estrena zapatos nuevos:
Hermano,
cuando miro al cielo te veo junto a El, el Todopoderoso, el que es la razón de
ser de toda nuestra existencias aquí en la tierra, y ahora contigo en el cielo.
Sé
que estas en buenas manos, no las hay mejores. Sé que estas mirándonos día a
día, en cada instante, en cada momento, en cada situación; a todos nosotros,
tus amigos. Sé que estas intercediendo por todos nosotros y por nuestros hijos.
Hermano,
ahora si que me cuesta seguir.
Dicen
que siempre se van los mejores; y es cierto. De ti ya han dicho mucho, cosa
buena ya que eso significa que eras muy querido por todos, pero yo quiero
resaltar otro aspecto no menos importante que siempre te vi desde el día que
nos conocimos.
Cuando
me preguntan como eras yo siempre digo lo mismo: DANI era todo AMOR, ENTREGA,
SERVICIO, PASIÓN, COMPRENSIÓN, ALEGRIA; en definitiva, era ... Dani.
Te
quiero y siempre te querré. Hasta que Dios quiera que volvamos a vernos para la
eternidad.
Tu
hermana siempre.